Este fue el momento más difícil para mí y mis hijos porque tuvimos que enfrentarnos a algo más que el divorcio. Estaba en necesidad económica debido a mi divorcio y también con mucha enfermedad. Mi hijo mayor Gersón estaba en su último año de la preparatoria y deseaba visitar su universidad soñada.
A principios de año ahorré y compré dos boletos de avión para que él y yo visitáramos la Universidad Estatal de Pensilvania donde quería asistir. Desafortunadamente, dos días antes de este viaje me diagnosticaron con influenza y esto me impidió viajar y acompañarlo. No era sólo esto mi problema, sino que yo no tenía dinero para mantenernos y menos para darle para este viaje. Mi necesidad financiera era tan grande que este hijo mayor me daría parte del dinero que recibió de su padre para que pudiéramos comprar comida en tiendas de un dólar. Mantuve la situación de mis finanzas solo entre mis hijos y yo, pero ni aun así nuestros amigos y vecinos nos ayudaron. Ellos no sabían de mi necesidad financiera, pero si sabían que estaba enfrentando el divorcio, así que eso fue lo que les mostró nuestras necesidades.
Yo estaba tan vulnerable y necesitada como todas esas familias a las que había servido y ayudado durante tantos años. Fue muy doloroso y difícil creer lo que me estaba pasando, no tenía nada para dar, pero sí tenía tantas necesidades. Lo bueno era que ahora sabía pedir ayuda y aceptarla cuando la necesitaba. Pedí ayuda del ministerio de comida de la iglesia y pudieron ayudarnos.
A mitad de la semana sentí que ya no podía seguir adelante ya que estaba muy enferma. Tenía fiebre alta, mucho dolor de cuerpo, mucha debilidad, problemas para respirar por la noche que no me permitían dormir. No podía dejar de ser madre, ¿Cómo podría hacer eso? También debía continuar con mis estudios, tenía que ser fuerte y recuperarme pronto porque mis hijos me necesitaban, aunque yo también necesitaba que alguien me cuidara.
Como alrededor del tercer día de estar enferma y ver lo que estaba en contra mía, sentí ya no poder seguir adelante con mi vida. Sentía que estaba desfalleciendo y que estaba muriéndome, pero Dios me iba a sustentar. Ese día llamé al padre de mi hijo mayor y él pudo ayudarme económicamente con algo de dinero. También en este mismo día mi hermano el Pastor me llamó, aunque él no tenía idea de lo que estaba pasando. Puso a mi sobrino más pequeño al teléfono y ambos oraron por mí, aunque todavía estaba muy enferma y quebrantada, esta llamada me hizo sentir muy amada.
Después de colgar el teléfono sentí que no tenía nada para dar y seguir adelante debido a lo enferma y débil que estaba, estaba tan quebrantada. ¿Cómo podría seguir adelante con mi vida si estaba vacía? ¿Cómo podría cuidar y ver por mis hijos sino tenía nada que darles? No podía proveer para ellos estando tan quebrantada.
Fue en ese momento cuando escuché la voz de Dios diciéndome: "Dalila recuerda de dónde te traje y dónde estás hoy. Recuerda dónde naciste y mira dónde estás hoy y hasta dónde has llegado”.
Esto me hizo pensar en el lugar donde nací y en cada país y lugar en el que había estado. Me hizo ver que todavía estaba viva a pesar de todas las dificultades en mi vida. ¿Quién habría pensado que esta niña que nació en un país del tercer mundo viviría y llegaría a viajar por muchas partes del mundo? ¿Que esta niña que nació en una gran familia de doce hermanos y hermanas, siendo ella la número once y la más pequeña, viviría en Estados Unidos y llegaría a ayudar a familias en México y Estados Unidos?
Después de reflexionar sobre lo que Dios me mostró, le dije: "Dios veo hasta dónde me has traído y hoy acepto estos sufrimientos en mi vida, aunque sean muy difíciles y dolorosos, pero los acepto. Ayúdame a seguir adelante. Voy a confiar en ti pase lo que pase en mi vida".
Inmediatamente toqué un canto de adoración el cual hice en una oración por primera vez en mi vida. En este día acepté hacer la voluntad de Dios y no la mía. Estuve de acuerdo en recibir con una buena actitud las cosas malas y los sufrimientos en mi vida y no sólo las cosas buenas. Gracias a Dios quien protegió a mis hijos porque ninguno de ellos se enfermó, y tampoco las amistades que me trajeron comida a la puerta.
A pesar de que mis hijos nos habían visto a mi esposo y a mí viviendo vidas separadas durante años, todavía les resultaba difícil saber que ya no éramos una familia y que el divorcio estaba sucediendo. No pude evitar el dolor que el divorcio causó a nuestros hijos, pero pude ser fuerte para ayudarlos. Ellos eran muy jóvenes y apenas se estaban adaptando a estar de vuelta en casa, a estar en una nueva escuela y ahora tenían que enfrentar el divorcio. Estaban por terminar el año escolar, Gersón el mayor estaba en su último año de la preparatoria y Moisés el menor estaba en su primer año. Estos fueron grandes cambios para ellos, aparte de todas las cosas que tenían que enfrentar como cualquier joven a su edad. También fue muy triste ver a los otros dos hijos que crecí y verlos sufrir y vivir vidas separadas de nosotros. Continué con mis estudios porque estaba decidida a terminar mi carrera a pesar de lo que estaba sucediendo en mi vida.
El año escolar terminó y mi hijo mayor se estaba preparando para irse a la universidad. Este fue un momento muy feliz para él y para mí como madre. Financieramente estaba sin los recursos para enviarlo a la universidad, pero confié en Dios que era nuestro Proveedor. Llegó el mes de agosto y mi hijo Gersón se fue a estudiar a su universidad soñada que estaba al otro lado del país.