«Es hora», me dijo Dios. Y supe que ya no aceptaba ninguna de mis excusas. Fue un momento intenso, porque discerní que ya no era tiempo solamente para mí. Estaba diciendo: «Es tiempo para las mujeres».
El tema del liderazgo femenino en la iglesia ha sido una fuente de gran debate durante siglos. A mí, por mi parte, no me interesaba el debate. Acepté el statu quo de que los hombres eran los líderes y las mujeres las seguidoras, pero nunca interioricé las limitaciones dirigidas a las mujeres en esa ideología. Cuando era una cristiana recién convertida, tenía la impresión de que los pastores se suponía que eran hombres. Pensaba así porque todo a lo que había estado expuesta era a los pastores mayores masculinos. Vi a las mujeres tomando posiciones de liderazgo en otras áreas dentro de la iglesia, pero nunca consideré, seriamente, que ocuparan el rol de pastor principal. Acepté la idea del copastorado, como un marido y su mujer pastoreando juntos, pero aun así veía al marido como el líder principal. El ambiente a la que estuve expuesta, definitivamente sesgó mi pensamiento sobre las mujeres como líderes de la iglesia. Recuerdo haber tenido conversaciones sobre si estaría dispuesta a sentarme bajo el mando de una pastora, y la respuesta fue un rápido no. Había un par de iglesias en nuestra región geográfica con mujeres como pastoras principales, y parecía ser una rara excepción a la regla. Yo no estaba en contra. Las mujeres podían pastorear si querían, pero yo no quería asistir a una iglesia dirigida por una.
Los temas relacionados con la desvalorización y el rechazo de las mujeres líderes de la iglesia se hicieron más reales en el momento en que mi hijo me desafió esa fatídica tarde de domingo. Mi vida no ha sido la misma desde entonces. A partir de esa única pregunta de mi hijo, he hecho algunos movimientos significativos en mi vida. Alcancé un doctorado en análisis y resolución de conflictos y estudié el impacto del sistema patriarcal en el desequilibrio de género y cómo varias pastoras superaron el estigma que llegué a aceptar como hechos de la vida. Cambié de iglesias y poco después fui ordenada para trabajar como pastora asociada. Cofundé con mi marido Empower to Engage («Empoderamiento para comprometerse», traducido al español), donde proporcionamos recursos de liderazgo y desarrollo personal, formación, entrenamiento y consultoría en las áreas de matrimonio, crianza de los hijos y liderazgo organizacional; además, somos coautores de varios libros.
Como mujer, pastora y líder del mercado laboral, ahora puedo reconocer plenamente mi valor y oportunidades de ministerio en todas estas áreas. El ministerio piadoso opera en muchas formas y en muchas esferas de influencia, ya sea sancionado dentro de una iglesia o una institución privada. Sabiendo esto, no puedo permitirme perderme en las opiniones de los demás. Es a Dios a quien deseo complacer, y he aprendido que él necesita que las mujeres que llama se presenten y salgan a la luz. Necesita que las mujeres acepten un asiento en la mesa. Necesita que las mujeres tomen su posición en la batalla por nuestras familias, nuestras comunidades, nuestras iglesias y la sociedad en general. Es hora de que el papel de la mujer iguale el de un hombre en relevancia y aceptación en los niveles más altos. Dios necesita que las mujeres lo representen bien, sin importar dónde estemos o qué estemos haciendo en cualquier parte del mundo. ¿Qué significa esto respecto a cómo nosotras, como mujeres, vivimos y nos movemos por la tierra? Únicamente tú puedes responder a esta pregunta en lo que respecta a tu propia vida.
Desde que comprendí que Dios me ha dado capacidades, destrezas y talentos para su uso, ha cambiado la forma en que me conduzco. Entiendo totalmente que él espera mucho de mí porque estoy hecha a su imagen y semejanza. Ya no acepto límites o limitaciones aprobadas por el hombre sobre lo que puedo ser o lograr, porque sé quién es Dios en mí. ¿Tú puedes decir lo mismo? Si no estás segura, te hago la pregunta: Eva, ¿dónde estás?
Eva es toda mujer que ha vivido, amado y soñado. Eva representa a cada nacionalidad, credo y color. Eva está teniendo éxito y fracasando, pero aun así necesita descubrir su identidad completa. Eva es audaz y a veces temerosa. Eva es la mujer que precisa experimentar su próximo nivel de grandeza. Eva soy yo. Eva eres tú. La pregunta es real y merece una respuesta sólida. Esta no es solamente mi historia; es nuestra historia colectiva.
Las mujeres tienen que encontrar sus voces y tomar decisiones que le importan, fundamentalmente, a quien las mira en el espejo. No es mi deseo presentar la información de este libro como una mujerista o feminista. Simplemente creo en la igualdad de las mujeres y en el derecho a ser capaces de llevar a cabo plenamente cualquier objetivo o aspiración profesional que deseen. No tengo ningún plan para crear un club de mujeres que odien a los hombres. Aunque hay mujeres a las que les gustaría creer que gobernamos el mundo, los hombres son tan poderosos como nosotras. Nadie puede convencerme de lo contrario. Amo, respeto y necesito a los hombres. Permíteme decirlo de nuevo. Amo, respeto y necesito a los hombres. He sido bendecida al tener un marido y dos hijos que han sido los mayores defensores de mi trabajo. Es el deseo de Dios que los hombres y mujeres se cuiden mucho entre sí y valoren el lugar del otro en este mundo... Déjame advertirte: este libro no es para todos. Es un revolucionario y desafiante llamado a la acción para las mujeres que quieren más, los hombres que quieren más para las mujeres, y las organizaciones eclesiásticas que quieren abrazar la necesidad de una transformación dentro de sus filas.