1
El Fruto del Gozo
“Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley”.
Gálatas 5:22-23 (RV1995)
A menudo, cuando pensamos en el gozo, pensamos acerca de una emoción. Hemos sido condicionados a pensar que el gozo es una respuesta a algo bueno que ha ocurrido, o es el resultado de un conjunto de circunstancias favorables. Porque creemos que el gozo es una emoción, cometemos el error de pensar que no se puede controlar. Asumimos que cuando las cosas marchan bien en nuestras vidas-cuando Dios ha respondido a nuestras oraciones, y estamos celebrando nuestras victorias, el gozo viene automáticamente. Tenemos también tendencia a creer lo opuesto de la verdad- que si en medio de nuestro dolor o prueba, o si estamos esperando que Dios supla nuestras necesidades, que es imposible estar gozosos.
El enemigo nos ha convencido de que el gozo está completamente fuera de nuestro control y depende de nuestras circunstancias. Él ha logrado que veamos al gozo como algo que está afuera de nuestro alcance, a menos de que todo caiga en el lugar correcto en nuestras vidas; y nos ha engañado en hacernos creer que a menos o hasta que logremos lo que queremos, nos tenemos que resignar a una estación de tristeza, frustración o de sentirse incompleto.
Pero, a través de este versículo, aprendemos que la interpretación de Dios acerca del Gozo es muy diferente. Su Palabra no describe el gozo como una emoción- algo efímero, temporal o inconstante. En la definición de Gozo del Señor, Él lo describe como un fruto. Es algo tangible. Es algo bueno para nosotros. Y más importante, es algo que puede producirse en nosotros. Así como puedes producir fruto cuando no hay, y ese fruto puede alimentar tu cuerpo físico, el Espíritu Santo puede producir gozo en tu corazón, que puede alimentar tu espíritu, aun en las circunstancias más difíciles.
La Palabra de Dios revela una verdad simple que el enemigo nunca quería que nosotros conociéramos. Y esa verdad es que Dios, el creador del gozo, no hizo que éste estuviera fuera de nuestro alcance, y no tuvo como intención de que fuera algo dependiente de nuestras circunstancias. Por el contrario, El benévolamente creo la naturaleza del gozo, (así como también del amor, paciencia y benignidad) para ser un producto de nuestra relación con Él. Es por esto que puedes ver gente en la estación más maravillosa de sus vidas y aun así estar carentes de gozo, mientras hay otros que están dentro de las circunstancias más dolorosas y temporadas de sequía, y aun así permanecen gozosos. Estos últimos han aprendido cómo hacer crecer el fruto del gozo en sus vidas, a través de la ayuda del Espíritu Santo. Ellos no esperan, de manera insensata, cambiar de circunstancia, diciéndose a sí mismos que serían felices cuando obtengan lo que están esperando, o que sería imposible estar felices en la situación que se encuentran. Ellos han aprendido a cultivar el gozo, y entonces disfrutan de su dulzura en todas las estaciones de sus vidas.
El gozo, como todo fruto, primeramente, debe producirse intencionalmente. Nunca ha existido un granjero que accidentalmente haya producido una cosecha. Cualquier agricultor, jardinero o cultivador puede decirte que cada fruto requiere una siembra concienzuda y debe ser producida intencionalmente. De la misma manera, nosotros no podemos encontrar accidentalmente el gozo o que nos caiga del cielo. Y para poder cosecharlo, tenemos que tomar decisiones intencionadas. Así como trabajan los granjeros todo el año para asegurarse que su tierra sea fértil para entonces cuidadosa y minuciosamente sembrar sus semillas, así también nosotros debemos asegurarnos de tener corazones sanos y que estén listos para permitir que el Señor haga que algo crezca en ellos. El fruto del gozo nunca podrá crecer en un corazón lleno de malicia y amargura. Tampoco puede prosperar donde hay falta de perdón y/o falta de voluntad de dejar el pasado atrás.
Para que el gozo crezca, debemos estar dispuestos a enterrar nuestro pasado, desilusión y emociones tóxicas. En el Salmo 126:5, la misma Palabra nos enseña que el gozo es un fruto y llama nuestro dolor la semilla:
“El que con lágrimas siembra, con regocijo cosecha. El que llorando esparce la semilla, cantando recoge sus gavillas”. Salmos 126:5-6 (NVI)
Una de las lecciones más grandes que he aprendido en mi vida, es que el dolor, a los ojos de Dios, no es el producto final. El dolor debe ser la semilla que sembramos y que con Su ayuda se va a transformar en gozo, en el tiempo preciso. Al dejar atrás nuestro pasado y nuestro dolor, haremos espacio para la estación del gozo.